miércoles, 22 de noviembre de 2006

La Camisa Azul

Tumbado, luces blancas, manos. Me anestesian, no duermo del todo. Puedo notar cómo afeitan mi cabeza. Siento cómo la maquinilla corta poco a poco cada mechón de mi pelo. Los músculos de mi pierna se contraen de manera compulsiva. Si puedo sentir esto podré sentir el dolor cuando abran mi piel. No entiendo nada, mantengo los ojos cerrados y me hago el dormido. Casi han terminado de pelarme. Noto cómo toquetean mi cabeza, oigo gente que deambula a mi alrededor. “Oye, ¡que no estoy dormido!”. Mi madre, que está a mi derecha, me explica que es normal, que solo me han puesto un calmante. Me están preparando para la operación. Es a vida o muerte. Tengo algo en el cerebro que me está matando. “ Tú relájate, ahora te traerán una camisa azul, debes ponértela. Luego te dormiremos”, me dice alguien. Qué cojones está pasando aquí. “Pero, ¿por qué no me lo contasteis antes?”, pregunto yo, más dolido que enfadado. “Lo más seguro es que mueras, y pensamos que lo mejor era que pasaras tus últimos días tranquilo, sin saber nada” me responde esa voz que no se de dónde de sale. Los odio a todos por lo que me han hecho. Cómo es posible que no me dijeran nada. Continúan con los preparativos. Yo me concentro, tengo que encontrarlo. Pongo toda mi atención en notar, percibir en qué parte de mi cerebro está ese mal que me está matando. Lo que me está envenenado son todas las cosas que no me atreví a decir.Me observo por dentro. Puedo ver una mancha negra en la parte superior, en el lóbulo derecho. Es del tamaño de una nuez.Entran ortos, traen la camisa azul, la miro… Me echo a llorar, lloro desconsolado, como un niño chico. No quiero morir. No, no, no puedo morir.
Despierto, estoy en mi cama. Sigo llorando. Mi alma necesita que llore. Lloro hasta quedarme dormido.

No hay comentarios: