jueves, 28 de junio de 2007

El individuo

No tenía tiempo de pensar en si algún día acabaría volviéndome loco, como era de costumbre. La cuestión que arraigó en mi ser era de una índole ni mucho menos superflua. Había pensado en profundidad lo que otras veces había tan solo asomado su forma de pregunta en mi imaginación. ¿Perderé mi individualidad? ¿Seré irremisiblemente, uno más? Constantemente están quitándole importancia a la etapa por la que estamos pasando, como si todo nuestro yo, todo nuestro pensar y forma de ver la realidad tarde o temprano participara de la fosa común que es la opinión pública. Parece como si de forma trágica, en un choque con la vida, esta nos acabara arrastrando a un lugar donde pueda vernos.

“Al niño le ha dado por el heavy, ya se le pasará”. No quiero que el puro identificarme con algo sea pasajero. Quiero poder siempre emocionarme, sentir que una canción nunca dejará de estremecerme para acabar dándole de lado en un futuro. Lo que yo quiero es no olvidar quién soy ahora para seguir siéndolo siempre, en continuo avance.

No saben que la verdad que uno tiene de sí mismo es en la juventud cuando cobra su máxima pureza. Creo que son muchos los que al final han sucumbido ante la vida, ante lo monstruoso que hay en ella. Lo monstruoso es lo común, lo que pertenece a la masa, lo que abunda más que el individuo que siente y conoce de un modo especial.

El sentido de la masa está en el prejuicio, y este sentido se escogió a sí mismo como soberano por la falta de empatía. Monstruoso es también pensar solo en los testimonios de la realidad que uno mismo va recogiendo al pasar por el tiempo sin tener en cuenta y someter a su debido análisis la historia de los otros. Un mismo prejuicio es suficiente para construir una masa sólida, romper con ellos es suficiente para constituir una individualización masiva. Un prejuicio es un supuesto, ausencia de análisis. El juicio es razonado y aplicado a cierto ámbito de la realidad. ¿Acaso es tan difícil separarse de la comodidad de la opinión pública y presupuesta? ¿No es motivo de orgullo el hacer las cosas según el propio modo de ser y pensar?

Parece que para nuestros mayores la única verdad existente es la de ellos. Han olvidado la verdad de su juventud que es precisamente la que habría de ser mantenida en el tiempo, pues sin duda es la que más fielmente brota de nuestro ser, desprovisto de todo lo que no sea su experiencia. Es el punto de partida más alto en el que se puede estar, pues todo lo que queda es seguir sintiendo y pensando como individuos de experiencia que somos, y por supuesto, ser más.

Quizá la masa, sus elementos componentes, nunca han experimentado la individualidad y eso es lo que precisamente les hace seguir sin verter la mirada hacia ellos mismos para luego conocer según lo visto dentro de sí.

miércoles, 20 de junio de 2007

Las penas de los otros

Todos lo pasamos mal, a veces... y entonces buscamos un oido amigo o enemigo, total eso es lo de menos, lo fundamental es que sea un oido atento, y le narramos nuestras penas con toda la dignidad posible en un intento de que aprecie lo mal que lo estamos pasando, lo insoportable de nuestra existencia y el valor que mostramos al soportarla.

Y cuando terminamos de exponer nuestras andanzas, con toda su carga de exageración y emotivismo conmovedor, cuando ya estamos seguros de que nadie lo ha pasado jamás tan mal, entonces descubrimos que el oído atento, también lo ha pasado fatal, al fin y al cabo, todos lo pasamos mal, a veces... y que detrás de esa herramienta de desahogo que era un oído, surge otro atropello de sinsabores que necesitan ser escuchados.

Perdemos momentáneamente nuestra condición de personas, nos volvemos orejas comprensibas, e intentamos asimilar la existencia de otro ser como nosotros, sólo que totalmente diferente. Y es entonces cuando entendemos que sólo somos orejas, y nada más, que por más que nos esforcemos, nunca podremos imaginar los sentimientos del otro, y que el otro, no va a alcanzar tampoco los mios nunca.

Por eso al escuchar problemas somos solamente orejas y no personas, porque, todos los pasamos mal, a veces, y necesitamos contarnos en voz alta nuestros problemas, con la escusa de que hay una oreja... que nos comprende.