miércoles, 20 de diciembre de 2006

Para las almas en pena...

A Damian, que es mi alegría.

Me había quedado en casa, hacía una noche de perros. De esas en las que el hombre se mortifica y piensa, era una de esas noches en las que nacen las guerras y los odios mortecinos, en las que elucubramos sobre la muerte y reabrimos las heridas del corazón y del alma, pues son distintas. Era una noche maldita y recibí una visita maldita. La Desgracia se reía de mi, pero yo sonreía.

A mi puerta una mujer, o un espectro ¡Qué se yo! Sin duda era hermosa, o lo fue, o lo sería si hubiese dejado de llorar, pero no podía; sus ojos enrojecidos y negros transmitían una pena universal, las mejillas pálidas perladas de lágrimas y su boca... casi hacia una sonrisa que acentuaba el satírico dolor de su nostalgia. No dijo nada, me aparté y pasó indiferente, a ella ya le daba igual dentro que fuera. No sabía que hacer, así que esperé, pero como solo sollozaba, pues me senté. Nunca ayudes a nadie que no se quiera ayudar a si mismo, me dijo una vez mi padre, así que esperé sus ruegos... pero nunca llegaron. Ella me contó su historia, sus penas, me habló de repudio, de soledad, nadie la quería dijo... contó cosas muy tristes y después cayó, pero para entonces yo ya sabía quien era ella, y que no había solución.
-Vete, no puedo ayudarte, es triste la vida de la Tristeza, ¿te extrañas de que nadie te quiera?, todos huyen de ti, de tus lágrimas, de tus penas, solo un poco tu amiga es la Borrachera, pero luego se pasa, y regresan tus pesares. Vete, o no, mejor aun quedate, pues yo soy Alegre, y a veces he deseado tu compañía, pero nunca hasta ahora me habías visitado, no sabía que fueras tan hermosa, quedate conmigo y llora, pues mi casa es la alegría y me alegro de tenerte incluso a ti, Tristeza.

Me había quedado en casa, hacía una noche de perros. De esas en las que el hombre se mortifica y piensa, era una de esas noches en las que nacen las guerras y los odios mortecinos, en las que elucubramos sobre la muerte y reabrimos las heridas del corazón y del alma, pues son distintas. Era una noche maldita y recibí una visita maldita. La Desgracia se reía de mi, pero yo sonreía pues aquella noche la Desgracia perdió un gran aliado, perdió una batalla. Por una noche la Tristeza no fue repudiada, conoció la Alegría, por una noche no lloró sola, y todo el mundo sabe que llorar es siempre mejor en compañía. Aquella noche el Alegre se enamoró de la Tristeza, y la Desgracia fue menos desgracia, pues su hija la Tristeza fue menos tristeza, fue tristeza consolada, y por ello los hombres ya no son tan desgraciados, pues la tristeza conoció el consuelo y la alegría.

Nadie puede estar triste eternamente... pero hasta el más alegre disfruta en algún momento de la dulce tristeza... y llora de alegría.

1 comentario:

luryfc dijo...

La tristeza a veces entra sin llamar. Pero como dicen los sabios antiguos... si no puedes con el enemigo únete a el (y disfruta de su compañía).
Disolver la tristeza con una pizca de alegría es fácil, si sabes como.