miércoles, 20 de junio de 2007

Las penas de los otros

Todos lo pasamos mal, a veces... y entonces buscamos un oido amigo o enemigo, total eso es lo de menos, lo fundamental es que sea un oido atento, y le narramos nuestras penas con toda la dignidad posible en un intento de que aprecie lo mal que lo estamos pasando, lo insoportable de nuestra existencia y el valor que mostramos al soportarla.

Y cuando terminamos de exponer nuestras andanzas, con toda su carga de exageración y emotivismo conmovedor, cuando ya estamos seguros de que nadie lo ha pasado jamás tan mal, entonces descubrimos que el oído atento, también lo ha pasado fatal, al fin y al cabo, todos lo pasamos mal, a veces... y que detrás de esa herramienta de desahogo que era un oído, surge otro atropello de sinsabores que necesitan ser escuchados.

Perdemos momentáneamente nuestra condición de personas, nos volvemos orejas comprensibas, e intentamos asimilar la existencia de otro ser como nosotros, sólo que totalmente diferente. Y es entonces cuando entendemos que sólo somos orejas, y nada más, que por más que nos esforcemos, nunca podremos imaginar los sentimientos del otro, y que el otro, no va a alcanzar tampoco los mios nunca.

Por eso al escuchar problemas somos solamente orejas y no personas, porque, todos los pasamos mal, a veces, y necesitamos contarnos en voz alta nuestros problemas, con la escusa de que hay una oreja... que nos comprende.

2 comentarios:

luryfc dijo...

cuando sufrimos creemos que a nadie le puede pasar algo peor que lo que nos esta pasando a nosotros.
cuando sufrimos nos volvemos egoístas y egocentricos y necesitados de un oído que nos compadezca.
y normalmente cuando hablamos del pasado recordamos nuestra tragedia con pelos y señales y borrosamente la del oído ajeno.


por cierto comprensiva, es con V ;)

Sora Fernández dijo...

Es cierto que muchas veces necesitamos orejas...por eso yo leo a momo cuando estoy triste.

O cocinar, concinar también ayuda.